El Gigante de Hierro no pudo volar. Han se quedó muy solo en una bolsa y Deadpool al fin fue silenciado. Todo por culpa de un villano peor, màs temible incluso que Magneto y Lex Luthor juntos. Más implacable que Doomsday y más inclemente que Ultrón.
Su nombre es Renán Barrera Concha, alcalde de Mérida, quien ordenó el desalojo de los vendedores y coleccionistas del Parque de la Paz. Sin embargo, la medida aplicó solamente para algunos, pues horas antes de la razzia, hubo un evento que incluso contó con la participación de regidores del Ayuntamiento.
El doble rasero con el que se manejan las cosas en el Ayuntamiento de Mérida quedaron en evidencia cuando cerca del mediodía del pasado domingo, un inspector de Espacios Públicos pidió a los cerca de 20 “puestos” que estaban instalados que se retiraran al carecer de permisos para vender en el parque.
Además varios de ellos recibieron amenazas de agentes policiacos y funcionarios respecto a que si bajaban sus mercancías se las decomisarían.
Los vendedores reclaman al Ayuntamiento que los deje trabajar. Muchos afirman que, ante la falta de empleos en la llamada reactivación económica, optaron por vender sus colecciones y sacar de ahí un poco de dinero para sobrevivir.
A pocos metros de donde debieron colocarse estos comerciantes y coleccionistas, se llevaba a cabo un “tianguis” de plantas, el cual no solo fue avalado por el alcalde (a quien los organizadores agradecieron por el espacio) sino que tuvo la presencia del regidor Ricardo Ascencio Maldonado.
Pero no solo los vendedores se preguntaban porqué no los dejaban realizar sus transacciones, muchas de ellas pactadas a lo largo de la semana en foros y grupos de Facebook. Los clientes también externaron su molestia pues son parte de este universo de coleccionistas que se ayudan mutuamente.
Algunos solo vinieron a recoger lo que ya habían apartado. Incluso una persona mayor dijo que realizó el viaje dese Valladolid para recoger sus compras, las cuales estuvo haciendo a lo largo de la semana para juntar todos sus pedidos en un solo viaje, por la distancia. Se quedó con las ganas, pues varios grupos de policías estaban apostados en cada esquina del parque a la espera de que cualquiera sacara algo para vender que no fuera plantas.
La autoridad dice que carecen de permisos. Los quieren tratar como si fueron tianguistas y cobrarles derechos de piso que rondan los 300 pesos. Esta cifra es, para muchos, su venta del día.
Para otros, son las copias de la universidad, la comida de sus hijos. Y se las quieren quitar. Peor aún, no les dejan realizar una labor noble, honrada.
Por momentos, parecía que eran drogas o alcohol lo que los vendedores querían expender. Los tenían cercados, mientras otros, aparentemente con la venia de la autoridad, conquistaban espacios en el parque como si se tratara de Thanos y sus hordas. Pero aquí no hubo Iron-Man alguno que los rescatara.
Tratarán de conseguir el dichoso permiso y regresarán el próximo domingo a sacar para la papa. Pero mientras, será una semana muy difícil para un grupo de personas que lo único que quieren es trabajar.
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