Afganistán ha sufrido una trasformación drástica en los primeros seis meses de régimen Talibán.
El país se siente más seguro, menos violento que en las últimas décadas, pero la economía, antes sostenida por la ayuda exterior, se precipita hacia el derrumbe. Decenas de miles de afganos se han ido del país, entre ellos gran parte de la élite instruida. Temen por su futuro económico o la falta de libertad bajo un grupo que adhiere a una interpretación estricta del islam. Durante su régimen anterior, a fines de los 90. El Talibán prohibió a las niñas ir a la escuela y a las mujeres ir a trabajar.
El martes se cumplen seis meses desde que se cedió Kabul al Talibán con la partida repentina y secreta del presidente respaldado por Estados Unidos. La toma de Kabul fue precedida por una campaña militar del Talibán que en varios meses tomó el control de zonas provinciales, muchas de las cuales se entregaron casi sin resistencia.
Hoy, la vista de milicianos armados que recorren las calles aún asusta a los residentes. Pero las mujeres han regresado a las calles y muchos hombres jóvenes han retomado la vestimenta occidental después de cambiarla inicialmente por el tradicional shalwar kameez, la camisa larga y los pantalones holgados preferidos por el Talibán.
A diferencia de la década d 1990, el Talibán permite que algunas mujeres trabajen. Han regresado a sus puestos en los ministerios de salud y educación, así como en el aeropuerto internacional de Kabul, con frecuencia junto a hombres. Pero las mujeres aún aguardan el regreso a sus puestos en otros ministerios. Se han perdido miles de empleos en la espiral descendente de la economía, y las mujeres son las más afectadas.
El Talibán ha reprimido las protestas de las mujeres y acosado a los periodistas. La semana pasada detuvieron brevemente a dos periodistas extranjeros que trabajan con la agencia de refugiados de la ONU.
La detención el lunes de unos jóvenes que vendían flores con forma de corazón en el día de San Valentín puso de manifiesto de la manera más cruda que el gobierno de hombres regido por la religión no tolera las ideas occidentales sobre las relaciones románticas.
Las niñas de primero a sexto grado asisten a la escuela, pero los grados más altos aún están cerrados en la mayor parte del país. El Talibán ha prometido que todas las niñas irán a la escuela después del año nuevo afgano a fines de marzo. Las universidades reabren gradualmente y las instituciones y escuelas privadas nunca cerraron.
Se ahonda la pobreza. Los que tienen dinero, tienen dificultades para acceder a sus fondos. En los bancos se forman filas de horas, incluso de días, para retirar el equivalente de 200 dólares a la semana, que es el máximo permitido.
Más de 9.000 millones de dólares de Afganistán en el exterior quedaron congelados desde la toma del poder por el Talibán. La semana pasada, el presidente estadounidense Joe Biden firmó un decreto de entregar 3.500 millones de dólares —de los 7.000 millones congelados en Estados Unidos— a las familias de las víctimas del 11 de setiembre de 2001. Los 3.500 millones restantes serán liberados para dar ayuda a Afganistán.
Afganos de todo el espectro político han censurado el decreto y acusado a Estados Unidos de tomar fondos que pertenecen a ellos.
El martes, unos 3.000 afganos marcharon por la capital con carteles que denunciaban a “Biden ladrón mundial de 2022”.
“9/11 no tuvo nada que ver con los afganos”, rezaba un cartel. “Vergüenza, vergüenza Sr. Biden, ustedes nos matan, nos bombardean y ahora roban nuestro dinero”.
La manifestación del martes fue organizada por una cámara de agentes de fondos privados.
El Talibán hace campaña por el reconocimiento de su gobierno, integrado exclusivamente por hombres de la milicia, pero se lo presiona para que cree un gobierno inclusivo y garantice los derechos de las mujeres y minorías.
Graeme Smith, un consultor senior del programa para Asia del instituto de investigaciones Crisis Group, dijo que la aplicación de sanciones sería contraproducente.
“La presión económica sobre el Talibán no pondrá fin a su régimen, pero un colapso económico provocaría una fuga mayor de gente del país lo que daría lugar a otra crisis migratoria”, dijo. Acotó que este nuevo régimen talibán “constituye probablemente el semestre más pacífico que haya conocido Afganistán en cuatro décadas”.
El Talibán ha reabierto la oficina de emisión de pasaportes, a la que acuden diariamente miles de personas. Han prometido a los afganos que pueden viajar, pero solo con los documentos en regla.
Alam Gul Haqqani, jefe de la oficina nacional de pasaportes, dijo a The Associated Press el martes que están negociando para recibir equipos nuevos y han recuperado el 70% de su personal anterior. Hubo que reclutar nuevos técnicos porque el personal profesional anterior se fue del país, dijo.
Los que tratan de salir aparentemente lo hacen por temor a la caída de la economía o el deseo de una mayor libertad en una sociedad más liberal.
Haqqani dijo que el departamento de pasaportes es rentable al recaudar el equivalente de unos 270.000 dólares por día. Dijo que anteriormente la corrupción se había comido buena parte de las ganancias. Ha pagado salarios durante tres meses y arrestado o despedido a gente acusada de corrupción.
Trabajadores de ayuda internacional que hablaron bajo la condición de anonimato por no estar autorizados a hablar con la prensa dijeron que el Talibán ha reducido la corrupción en estos seis meses. Eso significa que algunos sectores recaudan más, aunque trabajan menos. Un ejemplo de ello es la aduana, cuya recaudación ha aumentado a pesar de que hay menos transacciones.
Varios funcionarios del gobierno anterior respaldado por Washington han regresado. Uno de ellos, el exembajador Omar Zakhilwal, dijo que no ha habido rencor por parte del Talibán.
Expresó la esperanza de que el Talibán “tenga el valor" de abrir sus filas, dar a las minorías voz en el gobierno y avance en garantizar los derechos de todos los afganos.
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