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Editor JEHC

Francia asume los créditos y suspende el pago de alquileres, impuestos y recibos de luz, gas y agua


Emmanuel Macron ha anunciado esta noche medidas de choque inéditas, propias de tiempos de guerra, para mitigar el impacto de la epidemia de Covid-19 en la economía nacional y en la vida de los ciudadanos.


En una alocución televisada, el presidente francés explicó que se dedicarán 300.000 millones de euros a salvar las empresas. Ninguna de ellas debe quebrar debido al coronavirus. El Estado asumirá el pago de los créditos bancarios contraídos. También se suspenderá el pago de impuestos y cotizaciones sociales, de las facturas de agua, luz y gas,así como los alquileres. No quedó claro si esto último se aplicará a las empresas o a toda la población, pero Macron insistió en que “ningún francés quedará sin recursos”.


Quedan paralizadas todas las reformas en trámite, como la controvertida de las pensiones



El Gobierno deberá concretar este espectacular paquete de emergencia, cuya aplicación no va a ser fácil con una Administración que funciona a medio gas y, en gran parte, de modo telemático. Está por ver si los buenos deseos podrán ser aplicados a nivel práctico.


Otra medida importante afecta a los taxis y los hoteles, que estarán a partir de ahora al servicio de las necesidades del esfuerzo sanitario. El Estado pagará sus servicios. Será movilizado el ejército, que montará hospitales de campaña en las zonas más afectadas por la epidemia, como Alsacia, y realizará otras misiones que sean necesarias, como el traslado de enfermos.



A nivel político, quedan suspendidas todas las reformas en trámite, empezando por la muy polémica reforma de las pensiones y la que iba a restringir el subsidio de desempleo. El Gobierno estará obligado a dedicarse en exclusiva a combatir el coronavirus. “Estamos en guerra”, enfatizó el jefe de Estado. También se aplaza el segundo turno de las elecciones municipales, previsto para el próximo domingo.


En cuando a las medidas de protección, Francia entra en una fase de restricciones de movimientos mucho más estrictas. Los desplazamientos sólo serán posibles para proveerse de alimentos, ir al médico, al trabajo, o realizar un cierto ejercicio físico, pero evitando los contactos. No estarán autorizadas las reuniones familiares o de amigos en la calle. Macron confirmó también el cierre de fronteras exteriores del espacio Schengen durante 30 días.


Los drásticos anuncios de Macron, sólo un día después de los comicios municipales, mostraron el grave error de haber mantenido la convocatoria. El presidente aún trató de justificarla diciendo que había “un consenso científico y político” para celebrarlas.


Si las elecciones debían servir para una consolidación del partido presidencial, La República en Marcha (LREM), el desenlace ha sido más que decepcionante. La candidata de la formación de Macron a la alcaldía de París, Agnès Buzyn, exministra de Sanidad, quedó tercera, con un 17% de votos, por detrás de la socialista Anne Hidalgo (30%) y de la conservadora Rachida Dati (22%).


El desastre para LREM ha sido aún más evidente en Lyon, donde había dos elecciones paralelas, a la entidad metropolitana y a la ciudad propiamente dicha. Para presidir la primera se presentaba el actual alcalde, el veterano Gérard Collomb, exministro del Interior.



Éste logró un modesto 16,5% de votos, situándose en cuarta posición. Collomb fue uno de los pesos pesados socialistas que subieron al barco de Macron cuando decidió optar al Elíseo. En otoño del 2018, poco antes de que estallara la revuelta de los chalecos amarillos, abandonó el Gobierno para regresar a Lyon, donde volvió a ocupar la alcaldía que había ejercido ya durante 17 años. Los electores han castigado esa actitud caciquil de intentar perpetuarse en el poder.


Los comicios locales han visto emerger a Europa Ecología-Los Verdes (EELV) o a coaliciones en torno a ellos, que han ganado la primera vuelta en Lyon, Estrasburgo y Grenoble, entre otras urbes importantes.


Como único premio de consolación, LREM ha debido conformarse con su victoria en El Havre, donde se presentaba el primer ministro, Édouard Philippe, que había sido alcalde de la ciudad. Se trató de una extraña maniobra que sería incomprensible en otros países.


Philippe concurrió sin voluntad real de ejercer de alcalde, sino únicamente para aprovechar su tirón personal y atraer votos para el partido del presidente.

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